A la imtemperie
Por aquel entonces, a ella le molestaba tanto ser transparente para mí que estaba empezando a odiarme. Ignoraba que lo que de veras la atormentaba era no tener nada que mostrar que no fuera el descontento consigo misma. “¿Sabes por qué se inventaron los vestidos? Por mucho que digan los sabios, para tapar los complejos, porque son más los que tienen una deformidad que los que no la tienen”, me dijo en una ocasión en que tratábamos del mal uso que podía tener mi poder. “Y si vestimos el cuerpo, lo suyo es que no llevemos el alma a la intemperie”.