Una declaración equivocada

–Si pudiera, yo también te amaba –me dijo.

Hubiese preferido que me hubiera dicho: te amo, pero yo no hago planes sobre cimientos fantásticos. O: te amo, pero tengo una familia, una posición y un designio que no pueden alterarse por una locura. O: te amo, pero no volveremos a vernos nunca porque debemos dejar hacer al olvido. Tenía que haber puesto antes el amor que el argumento que lo imposibilitaba, pero lo hizo al revés, primero colocó la razón y con ello me quitó la dicha de haber sido amado, aunque solo fuera de una manera platónica.

Entre mi amor imposible y su imposibilidad de amarme había un desequilibrio que jugaba en mi contra. Recuerdo que medité sobre ello en los días que siguieron, que analicé su capacidad de despersonalización y el germen de infelicidad que anidaba en su interior y que, finalmente, me incliné por asumirlo sin complejos porque maduré que siempre es mejor estar enamorado, aunque no seas correspondido, que no estarlo.